La cuestión mitológica

Antes de abordar el cuerpo central de la obra, debemos resolver una cuestión importante: el papel que juegan la mitología y religión griegas en el pensamiento de Platón y sus contemporáneos. Al comienzo del prólogo, veíamos a Sócrates y Céfalo cumpliendo con rituales religiosos, como procesiones y sacrificios. Al plantear la pregunta sobre la Justicia, Adimanto hace énfasis en el trato que los dioses otorgan a los hombres justos. Cabe preguntarse si los argumentos filosóficos que se van a desarrollar están condicionados por esa concepción del mundo o si por el contrario conservan su validez para el lector moderno.


Un primer aspecto a subrayar es la multiplicidad de los dioses griegos. En la cultura occidental estamos aproximadamente familiarizados con los doce dioses olímpicos, pero si uno consulta la Teogonía de Hesíodo —en griego Θεογονία significa Origen de los dioses— se da cuenta de que éstos no son más que la cuarta generación de dioses y diosas. Aparecen además frecuentes disputas entre ellos, entremezcladas con las historias de sus amoríos.

El culmen de la mitología griega es probablemente la historia de la guerra de Troya, cuya obra principal es la Ilíada de Homero. En ella se muestra a los inmortales interviniendo constantemente en la historia de los hombres. Cada dios y diosa favorece a uno de los contendientes, y así estas intervenciones son caprichosas y opuestas. Incluso se dan casos como el de Apolo, que apoya a los troyanos y colabora en la muerte de Aquiles pero después, rechazado por Casandra, le impide avisar a sus conciudadanos del peligro que corren introduciendo el caballo en las murallas.

Sin embargo, todas estas historias fueron escritas más de dos siglos antes de la época de Platón, en la cual habían alcanzado ya el nivel de leyendas. Es de notar que la gran obra épica del siglo V a.C., la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, no hace mención a ninguna intervención divina. Incluso en teatro había sido introducida ya la expresión deus ex machina —en griego απò μηχανῆς θεóς— que tanto criticaría después Aristóteles en su Poética.

Es en este contexto en el que se acusa a Sócrates de no creer en los dioses de la polis y en el que Platón de hecho le muestra dudando, no tanto de los propios dioses como de las historias que de ellos se cuentan. La idea de divinidad que aparece es ya mucho más madura y cercana a la intuición que podemos tener en la actualidad, llamémosle Dios, destino o karma. Se rechaza ante todo la oposición entre acciones divinas y la veleidad de las mismas, lo que en mi opinión nos permite identificarnos bastante con esos dioses étereos que colaboran hacia una justicia universal.